Una batalla por la historia, una batalla por la humanidad: la necesidad de deconstruir, desmitificar y desmentir el discurso dominante sobre el conflicto árabe-israelí

Por Sebastián Maya (Historiador UdeA)


Durante los últimos once años se ha hecho bastante común para los habitantes del planeta presenciar conflictos armados de distinta magnitud en lo que se conoce como el Medio Oriente, desde la invasión y ocupación de Irak por parte de los Estados Unidos, pasando por las reiteradas operaciones militares israelíes sobre Gaza, hasta las guerras civiles originadas en el contexto de la Primavera Árabe.
Un sin número de pequeños y grandes conflictos afectan una región que está unida por diversas conexiones culturales, entre las que destacan el islam como religión mayoritaria y la prevalencia étnica del pueblo árabe. El denominado Medio Oriente es en realidad una región que integra el norte de África y es conocida por sus habitantes como el Magreb y el Máshrek. Esta región comparte, sobre todo, una tradición de lucha en contra de diversos invasores que ha hecho del pueblo árabe y otras etnias que integran los países  de esta zona, una porción de la humanidad que históricamente ha definido su destino en contra de las pretensiones de diversas potencias foráneas y que ha creado fuertes lazos de solidaridad e identificación con base en esta lucha.
Es éste el marco en el que se desarrolla uno de los conflictos característicos de la región: la guerra que el Estado de Israel declaró al pueblo palestino y sus vecinos, por ser de los de mayores repercusiones políticas y de más larga trayectoria, además de provocar enormes cuestionamientos morales. Cada vez que el Estado de Israel lanza una operación militar sobre Gaza, se inicia una cobertura mediática global en la que “expertos” y “analistas” expresan sus ideas en torno al conflicto: sus orígenes, sus justificaciones, sus repercusiones, su costo moral, etc. Hacen parte del “debate” académicos e intelectuales que desde la aprobación de las acciones del Estado de Israel o su condena, pasando por una heterogénea y amplia oferta de posiciones que mezclan ambas posturas, reflexionan sobre uno de los conflictos armados más antiguos del mundo y que parece mantendrá esa posición por un tiempo indefinido.
Este “debate” generalmente está marcado por una serie de mitos, tergiversaciones y mentiras descaradas y vergonzosas que, por la frecuencia con que son vociferadas, parecen hacer honor a la máxima que se le atribuye al propagandista nazi Joseph Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Generalmente esta posición es defendida por los que apoyan las acciones del Estado de Israel y buscan legitimar su existencia. Sin embargo, aquellos que intentan tener una posición más objetiva y expresar juicios más equilibrados, no dejan de caer en la trampa de un discurso cuyos términos ya han sido definidos y de los cuales no se puede escapar sin cometer graves transgresiones que serán sancionadas de una u otra forma[1].
Bajo este panorama, ¿Existe o no una realidad más allá de las acusaciones mutuas y tendenciosas que sea claramente diferenciable y que explique los acontecimientos actuales y anteriores del conflicto? Y sobre todo, ¿Existirá la posibilidad de cambiar los términos de la discusión? ¿Esta posibilidad de cambiar los términos permitirá cambiar la situación del conflicto?

La victimización del victimario: crímenes que justifican crímenes
El jueves 17 de julio, el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, expresó públicamente su opinión sobre el reciente ataque de Israel sobre Gaza:
“Israel has a right to defend itself from rocket attacks that terrorize the Israeli people. There is no country on Earth that can be expected to live under a daily barrage of rockets”[2].
Este argumento no sólo es expresado por el presidente de la mayor potencia del planeta, sino por todos aquellos que consideran que los ciudadanos de Israel y el Estado mismo de Israel, son víctimas de islamistas fundamentalistas que quieren eliminarlos y no aceptan su derecho a existir. Perspectiva que convierte a Israel en un bastión de libertad en un terreno hostil rodeado por fanáticos de la sharia y enemigos de la democracia que quieren de regreso a los califas. Los cohetes de Hamas y el “Domo de Hierro” de Israel son la parábola perfecta de la barbarie y la civilización, de la tiranía y la democracia, de lo injusto y lo justo, del mal y el bien. Los palestinos son demonizados y los israelíes son salvados por su condición de víctimas de la irracionalidad y la intolerancia universal -universal en el sentido tanto temporal como geográfico-. Una irracionalidad e intolerancia que tiene su origen en un legado de antisemitismo que, dependiendo de la ocasión, puede rastrearse a partir del Holocausto, desde el caso Dreyfus[3], o incluso hasta Judea y Samaria. Los defensores judíos de las acciones del Estado de Israel y de su existencia -que para ser más precisos deben ser llamados sionistas- y sus aliados políticos, acuden constantemente a los relatos de persecuciones y asaltos de los que han sido víctimas los judíos en todas las épocas: desde los pogromos de la Rusia zarista hasta los suicidas que detonaban las bombas adheridas a sus cuerpos en los buses de servicio público de cualquier ciudad israelí durante la segunda Intifada. Cada vez que Israel decide desplegar una fuerza militar de magnitudes gigantescas en comparación con las de sus enemigos, y castigar a la población civil de los territorios en los que estos operan, este registro de acontecimientos en contra del pueblo judío es recordado para “justificar” las acciones que corresponden al ejercicio del poder a nombre de las grandes potencias imperialistas, en una de las zonas del mundo con mayor resistencia a ese poder y de mayor valor estratégico para esos intereses.
Cada vez que se cuestionan las acciones del gobierno israelí, sobre todo las que se relacionan con el despojo, la muerte, el encarcelamiento y el aislamiento del pueblo palestino, no demoran en hacer eco las voces de aquellos que utilizan este criterio para culpar a las víctimas de tales acciones. Sucedió el 16 de julio con el ataque de cuatro niños palestinos de una misma familia, de edades entre los nueve y los once años en la franja de Gaza que fueron bombardeados por el ejército israelí a la vista de varios reporteros internacionales. Por lo menos tres de ellos murieron. Para justificar estas muertes, Jen Psaki, vocera del Departamento de Estado de los Estados Unidos manifestó lo siguiente:
They’re [Hamas] putting their own people at risk by continuing to escalate the situation on the ground”[4].
¿Acaso estos cuatro niños eran militantes de Hamas, y si lo hubieran sido, justifica su muerte a distancia y sin combate? ¿Cómo puso Hamas a esto niños en riesgo? ¿Acaso sus correrías por una playa detrás de un balón de fútbol son una amenaza para la vida y la integridad de los ciudadanos israelíes? ¿Por qué los soldados que bombardearon a estos niños no aplicaron el principio de distinción declarado en el Derecho Internacional Humanitario? ¿No pudieron aplicarlo a pesar de sus drones y misiles de alta precisión? Y sobre todo ¿por qué los voceros de la nación considerada un modelo de democracia, justicia y libertad, “el mejor país del mundo”, defienden no sólo este crimen, sino todos aquellos cometidos en nombre del “derecho de Israel a defenderse”? ¿Por qué Israel debía “defenderse” de cuatro niños desarmados jugando al fútbol?
El viejo cliché de que los vencedores escriben la historia es sin duda alguna aplicado para el conflicto árabe-israelí, y para “justificar” las acciones del ejército de Israel en Margen Protector, y otras operaciones, a través de los medios oficiales.
Aunque no pueda negarse -y es necesario que no deba negarse- que el pueblo judío ha sido víctima de persecución, segregación, exilio, e incluso exterminio, en diversos lugares del planeta en el pasado, eso de ninguna manera significa que automáticamente esas realidades se conviertan en causas que originen y justifiquen las acciones tan similares que el Estado de Israel, desde su autoproclamación, comete a diario con el pueblo palestino. Lo que se nos pide con esta lógica es justificar los crímenes del Estado de Israel debido a los cometidos por otros, no árabes, en contra de los judíos, ya que Israel es un Estado judío y aparentemente representa los intereses de todos ellos, tanto los que murieron por el corte de las espadas romanas y las de los cosacos, como los que fueron asfixiados en las cámaras de gas de los nazis. El Estado de Israel sería el vengador de esos crímenes y siempre espera del mundo no solo comprensión, sino también complicidad cuando esa labor vengadora requiere ser ejecutada, tal como ha sucedido en las tres últimas grandes invasiones sobre Gaza en los últimos seis años. Tal como lo hizo Benjamín Netanyahu después de encontrar los cuerpos de los tres adolescentes judíos teóricamente asesinados por militantes de Hamas, e iniciar Margen Protector[5].
Pero los sionistas y sus aliados no son los únicos que recurren a la historia para justificar sus acciones, el pueblo palestino también tiene un relato de su propia tragedia y otra versión de la misma historia con la que justifica su resistencia. Esta historia recibe el nombre de Nakba, la versión palestina de la creación del Estado de Israel en 1948 y la primera guerra árabe-israelí. La gran diferencia entre este relato y el de los sionistas es que la Nakba fue el inicio de un crimen en la época en que tales crímenes, se suponía, jamás deberían volver a ocurrir, porque todos los habitantes del mundo no permitirían que ocurriera de nuevo, porque sus perpetradores son aquellos que alguna vez fueron las víctimas, y porque esta tragedia originó una violencia que resiste a una agresión jamás buscada. Pero estos crímenes no solamente sucedieron de nuevo, sino que sucedieron a la vista de toda la humanidad, y fueron sancionados por el nuevo orden consecuencia de la derrota del fascismo. Es así como la Nakba no sólo encuentra una concreción histórica ajena a toda la abigarrada y anacrónica argumentación de los líderes sionistas sobre la diáspora judía o el Holocausto, también evidencia que ese nuevo orden, producto del triunfo de la democracia y la libertad que en ésta se presume, sería tan opresivo y violento como los anteriores.

La legitimidad de la violencia: el derecho de Israel a defenderse
Algo que debe decirse, claro y fuerte, es que el centro del debate debe ser la existencia misma del Estado israelí, así como su necesidad y su legitimidad. Eso significa que el centro del debate en torno a las operaciones militares de Israel contra los palestinos o cualquiera de sus vecinos, y la continua expansión de los asentamientos sionistas en territorio palestino, así como el trato procurado a los palestinos en territorios “autónomos”, debe ser la legitimidad del uso sistemático y deliberado de la violencia por parte de las fuerzas armadas israelíes, así como de los colonos y extremistas sionistas, desde el origen mismo de Israel.
Al tratar este tema, de nuevo los defensores de Israel esgrimen los ya mencionados relatos del origen de su tragedia y recurren a su posición de víctimas de innumerables perpetradores, incluyendo a Hamas. Pero, dadas las evidencias aplastantes en relación con el uso de la violencia por parte del Estado de Israel, no sólo en esta operación militar, sino en toda su historia de agresión[6], es difícil argumentar una necesidad militar y moral de tales acciones. Y es por ello que muchos cuestionan las operaciones militares y las políticas relacionadas con los asentamientos, incluyendo al actual secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Sin embargo, a pesar de la diversa y masiva oposición a las acciones de Israel, seguimos presenciando tales acciones sin la menor posibilidad de que cesen y mucho menos de que Israel obtenga algún castigo. Pero, ¿por qué la ONU y otras instituciones internacionales no actúan para parar el baño de sangre? ¿Por qué Israel no es denunciado ante la Corte Penal Internacional a pesar de las flagrantes violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario? ¿Por qué Israel ni siquiera es sancionado diplomáticamente?
Esto se debe a que la violencia ejercida por los sionistas, tanto hoy como ayer y al parecer en un futuro, por lo menos inmediato, es avalada y promovida por las grandes potencias imperialistas, principalmente los Estados Unidos. Y es por eso que Obama y otros funcionarios del gobierno estadounidense cada vez que Israel sacrifica niños en frente de las cámaras de los noticiarios, o bombardea hospitales[7], o bloquea la entrada de suministros hospitalarios, alimentos y materiales de construcción a Gaza, justifica esta posición culpando a Hamas por disparar cohetes que en su mayoría son interceptados por misiles made in USA o impactan en las dunas del desierto.
Es por esto que en los medios establecidos jamás se justifican las acciones de Hamas y ningún funcionario o diplomático del orden democrático y la sociedad global de naciones “libres” se atreve siquiera a comprender el origen y el contexto de las acciones de Hamas. Ninguno de ellos se atreverá a cuestionar los veredictos sobre este conflicto, como el de quién inició la violencia, por qué la inició, cuándo lo hizo y sobre todo si es justa o no. Para todos ellos, la respuesta es, y siempre será: no fue Israel, Israel sólo se defiende, porque tiene el derecho a defenderse, y ¿por qué tiene el derecho a defenderse?, porque los judíos siempre han sido y serán víctimas. Estos veredictos ya fueron formulados y cuestionarlos significa cuestionar el papel de Israel en Medio Oriente. Y si este papel es cuestionado, debe ser cuestionado el papel de otros países que participan en la dominación de esa región y rivalizan o cooperan en la dominación del mundo.
Israel tiene el “derecho” a defenderse porque este derecho fue otorgado por los dueños del mundo desde antes de su creación[8], porque ese derecho está sancionado por la legitimidad del orden mundial de naciones democráticas, y esa legitimidad no reside sino en el poder para explotar y oprimir, y este poder se defiende con los fusiles. Y eso es lo que hace esencialmente Israel: defender con los fusiles, los tanques y los aviones, el poder de explotar y oprimir a los palestinos y los árabes.

Dos verdades básicas acerca de Israel
Israel se ha construido literalmente sobre la sangre, los huesos y las tierras de los palestinos
Aún cuando en la declaración de independencia de Israel se invita:

…a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes.
Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente[9].

Lo cierto es que el nacimiento del Estado de Israel, así como el nacimiento de todo Estado, es consecuencia del uso deliberado y sistemático de la violencia.
Debido a las acciones del ejército israelí, principalmente, pero también a las de una población sionista profundamente fanática y extremista que confina a los palestinos por fuera de su territorio o a uno cada vez más reducido dentro de Cisjordania y Gaza, es obvio que Israel, tanto una porción significativa de sus ciudadanos como el Estado[10], tienen la firme intención de hacer todo lo contrario a lo declarado en el fragmento citado de su acta de independencia. Pero, lo más importante en relación con esta declaración es que antes de la fundación de Israel, los líderes sionistas tenían la firme intención de hacer todo lo contrario a lo que manifestaron en ella. Así que lo que sucede hoy y desde entonces, no es más que la consecuencia predecible de un plan que no sólo buscaba arrebatar la mayor cantidad de territorio a los árabes, sino exterminar a la mayoría de población nativa para reemplazarla por colonos judíos.
Aunque, desde los años ochenta del siglo pasado, una serie de historiadores israelíes ha revelado una importante cantidad de información, secreta hasta ese entonces, sobre las motivaciones reales que llevaron a la creación del Estado judío, así como de los métodos empleados por organizaciones paramilitares como Haganá, Irgún y el Lehi para llevar a cabo esa tarea[11], aún sigue existiendo un velo sobre el papel desempeñado por estas organizaciones durante este periodo, y más aún, sobre el papel actual de Israel como gendarme de los imperialistas.
En un artículo de 2003[12], Rona Sela manifiesta la clara intención de la Haganá de conocer en detalle el territorio palestino que sería la base para el futuro Estado judío. Esta labor de reconocimiento sería clave para el desarrollo de la primera guerra árabe-israelí de 1948, donde las masacres, violaciones y asesinatos de la población nativa fueron esenciales para la expulsión de los palestinos y así conformar una sólida base territorial para los colonos por venir[13]. Los sionistas sabían que eran minoría, y mientras lo fueran no podían conformar instituciones que los representaran, es decir, no podían crear un Estado que sirviera a sus intereses. Es por esto que era necesario realizar este tipo de operaciones en una guerra que era inevitable, ya que, como lo expresó Moshe Dayan en un discurso ante el Technion en Haifa: “No se construyó nada en ningún lugar de este país [Israel] que no tuviera una población árabe anteriormente”[14].
Esta política de expansión no se limitó a la destrucción de aldeas palestinas y a la eliminación o desplazamiento de su población, sino que desde un comienzo significó ambiciones territoriales sobre sus vecinos. Y es por esto que desde 1948 se ha sucedido casi una decena de conflictos entre Israel y los países limítrofes, que ha tenido como consecuencia la ocupación de la península del Sinaí, de los Altos del Golán, y del Líbano, por varios años.
Tampoco es cierto que todos los ciudadanos de Israel gocen de plena igualdad de derechos, ya que los refugiados palestinos no pueden regresar a sus hogares y los que habitan en los territorios ocupados de facto, son tratados como ciudadanos de segunda y enemigos[15].
Lo que ha hecho y sigue haciendo Israel no es algo distinto que una limpieza étnica que apunta a un genocidio. Por ello, es correcto calificar al Estado de Israel y sus políticas hacia los palestinos como un régimen de Apartheid.
Lo que presenciamos con Margen Protector no es más que el último eslabón en la gran cadena de agresión, sometimiento y explotación de la que es parte el Estado de Israel para mantener oprimidos a los pueblos de la región. A la vez, Israel no es sino un eslabón de la cadena de dominación imperialista sobre los pueblos del mundo. Pero un eslabón que nos manifiesta, de una sola vista, toda la naturaleza de esa gran cadena que forma el imperialismo.

Israel es producto de la repartición imperialista y la opresión del pueblo palestino es una consecuencia de la dominación imperialista en Medio Oriente
No es gratuito que el mayor escudero de las acciones recientes, pasadas y futuras, del Estado de Israel, sea el presidente del país más poderoso del mundo, acompañado de los voceros de la Casa Blanca, incluyendo al Secretario de Estado, John Kerry.
Desde la década de los treinta del siglo pasado, todos los presidentes de los Estados Unidos que se han sucedido en el cargo, han mantenido un incondicional apoyo a la creación del Estado de Israel y su expansión a costa del territorio palestino y de sus vecinos[16].
Para los británicos, durante su mandato sobre Palestina, la situación se desenvolvió entre los que consideraron la migración judía como un problema a su soberanía sobre ese territorio, y los que creían que la creación de un Estado judío sería un Ulster en un Medio Oriente de creciente nacionalismo árabe hostil, tal como lo comprobaron las rebeliones palestinas de 1936-1939[17].
Al momento del final de la Segunda Guerra Mundial, cada potencia de ese entonces analizaba las jugadas en un escenario recién creado de naciones “libres” que obtenían su independencia. Desde su fundación, Israel obtuvo el apoyo de la recién creada ONU y la mayoría de los países que la conformaban, incluso de la Unión Soviética. Todas aquellas naciones que emergían como potenciales adversarios tras la derrota del fascismo, incluyeron al recién creado Estado judío en su visión estratégica sobre el Medio Oriente en un mundo que comenzaba a dividirse debido a una contienda global entre Oriente y Occidente, entre la “libertad de la democracia” y “la tiranía del comunismo”.
Desde entonces y hasta ahora, las acciones de Israel, desde las masacres fundacionales de pobladores palestinos hasta el reciente ataque a Gaza, han obedecido, principalmente, a ese juego de poder global en el que el Oriente Medio ha sido un campo de batalla estratégico, no sólo por sus abundantes recursos naturales sino por ser un punto nodal entre Asia, África y Europa, y más importante aún, por ser un importante foco de resistencia para esa dominación. Desde su origen, el Estado de Israel se concibió para servir a los intereses coloniales e imperialistas de las potencias en disputa, principalmente de los Estados Unidos, y de la Unión Soviética[18].
Israel no se ha defendido de innumerables ataques de vecinos extremistas que no toleran la presencia judía en su territorio, sino que ha atacado, acorralado y exterminado a los habitantes originarios de un territorio en constante disputa por los intereses de los imperialistas, siempre cambiantes, pero que no cejan en su intención de mantener a millones en un estado de explotación y opresión constante para su beneficio. Si algo ha defendido Israel es su papel como mercenario y esbirro de un orden global que lo necesita para mantener su autoridad no sólo en Oriente Medio, sino en todo el mundo. Actualmente, ese papel se mantiene en un contexto marcado por la disputa entre dos fuerzas políticas que, desde el 11 de septiembre de 2001, inauguraron un nuevo camino de destrucción y muerte, especialmente para los habitantes del mundo islámico.
Tal como lo plantea Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos:

Lo que vemos en contienda, con la yihad por un lado y el McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.
Esta es una formulación muy importante y crucial para entender muchas dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y representa la mayor amenaza a la humanidad: los sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista, y en particular los imperialistas estadounidenses.

Siguiendo esta línea, lo que vemos en contienda en el conflicto árabe-israelí en la actualidad es a dos sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida y del sistema imperialista: el primero representado por Hamas y otros fundamentalistas islámicos e incluso nacionalistas moderados como Al-Fatah; y el segundo, por Israel. Pero, es necesario reconocer cuál de estos sectores ha causado más daño y representa una mayor amenaza para la humanidad y el pueblo árabe: el sector de los imperialistas representado por Israel.

La necesidad, la posibilidad y la urgencia de cambiar los términos de la discusión: Forjar otro camino
Mientras una gran cantidad de personas alrededor del mundo disfrutaban de las postrimerías del mundial de fútbol de Brasil 2014, el ejército israelí inició Margen Protector. Para muchos esto no significó un cambio drástico en sus vidas, tal vez los haya afectado aún más la eliminación o la derrota de su equipo de fútbol favorito en el mundial.
Sin embargo, para aquellos que desde hace algunos años hemos presenciado cada guerra, cada agresión, de esa gran tragedia que hoy es el Medio Oriente, Margen Protector fue y es un recordatorio, no sólo de la realidad de la ocupación sino de la realidad mucho más amplia de la forma en que funciona el mundo: la desintegración de Irak debido a una guerra sectaria, la guerra civil en Siria, las amenazas a Irán, la ocupación de Afganistán, la guerra silenciosa de los drones en Somalia, Yemen y Pakistán, el golpe de Estado en Egipto. Sólo para mencionar algunos ejemplos en la misma región y en regiones vecinas.
Esta operación puede ser percibida como una más después de Plomo Fundido y Pilar Defensivo. Y como predecesora de otras que, sin duda alguna, vendrán en un futuro tal vez no muy distante. Pero, para aquellos a quienes la cotidianidad del terror y de la crueldad no nos ha obligado a la indiferencia, debemos reconocer que esta operación es una evidencia aplastante de la injusticia que presenciamos desde la comodidad de nuestro hogar. Una injusticia que es la expresión de un sistema injusto que es observable, no solo en Palestina y Medio Oriente, sino en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento que alcemos la mirada y nos atrevamos a ver más allá de lo que se nos presenta como real.
Pero es difícil ver más allá de lo aparente mientras nuestras vidas se desgastan en el afán del día a día y permitimos que nuestra conciencia sea apagada (y también pagada) por quienes no necesitan ni desean personas con mayor conciencia. Es por esto que las personas que buscan aprender o informarse generalmente acuden a los medios a su disposición, y estos, salvo algunas excepciones, no ofrecen más que prejuicios y apariencias. Es así como el caso del conflicto árabe-israelí actual expresado en Margen Protector se reduce a la reacción ante una “amenaza terrorista” de Hamas o, a lo mucho, a un conflicto religioso entre judíos y árabes. Y las conclusiones no son otras que un “llamado a la paz”, o al escalamiento del conflicto hasta que la “amenaza terrorista” sea aniquilada. O a igualar las consecuencias de la agresión y afirmar que tanto judíos como árabes sufren por igual y que la guerra no trae más que destrucción y muerte para ambos bandos. O aplicar ese mismo criterio pero a la inversa, decir que se debe escoger entre la barbarie del fundamentalismo islámico o la “validez” y la “justicia” de las “víctimas” de tal barbarie, que no son otras que los sionistas e imperialistas.
Aunque existe una realidad abrumadora que nos golpea cada vez que Israel lanza este tipo de operaciones, esa realidad por sí sola no nos permitirá reconocer las causas, a veces subyacentes, de tal realidad. Mucho más cuando éstas se ocultan deliberadamente por la ignorancia institucionalizada, el sentido común o la coerción. Solo habrá posibilidad de encontrar esas causas si nos atrevemos a entender el mundo y la sociedad de formas distintas, pero no lograremos entenderlos de formas distintas si lo único que se nos ofrece para entenderlo es un velo. Si logramos quitar el velo, tal vez sea posible cambiar la situación, no sólo en Palestina y el Medio Oriente, sino en todo el mundo. Y esto es posible ya que el problema para los palestinos no es principalmente Israel, sino un sistema del que hace parte Israel. Israel no es más que un eslabón en una gran cadena que oprime a todos los pueblos del mundo, y para lograr cambiar la situación radicalmente en Palestina es necesario no sólo romper un eslabón, sino toda la cadena. Si lográramos romper la cadena, sin duda alguna, sus eslabones también serían destruidos, pero si seguimos sin ver la cadena sobre nosotros, jamás la romperemos; y jamás la veremos mientras sigamos ciegos ante ella; y para verla se hace indispensable que no nos acorralen en el dilema entre la Yihad o el McMundo; entre estos dos caminos que sólo conducirán a más sufrimiento, muerte, explotación y opresión para la gran mayoría de los habitantes del planeta.
Para ver la cadena y atrevernos a romperla es inevitable forjar otro camino; un camino en el que no sean necesarias las disputas por el territorio; uno en el que no existan ni Estados judíos ni islámicos ni de ningún tipo; un camino en el que la religión no sea un barrera entre los pueblos; un camino en el que toda la humanidad transite y no sea necesario escoger entre unos y otros[19].






[1] El caso de los periodistas que cubren la operación Margen Protector desde la franja de Gaza y que intentan hacer conocer al mundo la realidad de la vida en el campo de concentración más grande del planeta, es ejemplar. El reportero de NBC News, Ayman Mohyeldin, un egipcio nacionalizado en los Estados Unidos, de una amplia trayectoria en Medio Oriente, conocedor de la región y testigo directo de sus problemáticas, hacía reportería para esa cadena en la franja de Gaza desde el comienzo de la actual operación militar israelí hasta que fue reemplazado por otro reportero sin experiencia en la zona y que no habla árabe.
Según la NBC, Ayman fue reemplazado debido a problemas de seguridad, pero algunos interpretan esta maniobra como una forma de callar a una voz disidente que se atreve a cuestionar la operación militar israelí y el apoyo que le ha dado el gobierno estadounidense.
Para más información vea la entrevista a este periodista y a un reportero palestino en http://www.democracynow.org/2010/4/8/the_dangers_and_difficulties_of_reporting
[3] El caso Dreyfus fue uno de los mayores escándalos de antisemitismo de la historia contemporánea. El capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, un judío alsaciano, fue acusado, falsamente, de haber entregado documentos secretos a los alemanes. Esto le valió una condena y reveló los profundos prejuicios de las sociedad francesa de aquella época, que en últimas lo juzgo y lo condenó por ser judío y originario de una provincia limítrofe y en disputa con los alemanes. Para saber más sobre el caso Dreyfus es ineludible leer la ya histórica obra de Émile Zola. Yo acuso. Buenos Aires: Editorial Tor, 1957.
[6] Como parte de este historial de agresión, se debe recordar la operación Plomo Fundido entre diciembre de 2008 y enero de 2009 en contra de los habitantes de Gaza. Sobre esta operación, la periodista israelí Nurit Kedar realizó un documental llamado Concrete (2011). Allí se muestra el testimonio de diez soldados israelíes que participaron en dicha operación. Después de ver y escuchar a estos soldados es difícil mantener la posición de víctimas de los israelíes y se hace inevitable cuestionar la noción de “defensa” aplicada a este tipo de operaciones.
Vea el documental completo en https://www.youtube.com/watch?v=FvXppAnqv8Q
[7] El lunes 21 de julio el hospital gazatí de Al-Alqsa fue bombardeado por artillería de los tanques del ejército israelí. Ver: http://www.democracynow.org/shows/2014/7/21?autostart=true
En días pasados, el ejército israelí amenazó al personal médico del también hospital gazatí de Al-Wafa, el único hospital de rehabilitación de Gaza. El personal fue alertado por teléfono de un inminente ataque por parte de las fuerzas armadas israelíes. Diez minutos después del último llamado, el hospital fue bombardeado.
[8] Consúltese la nota que el entonces presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, escribió respaldando la creación del Estado judío y envió a Israel sólo unos minutos antes de finalizar el Mandato Británico de Palestina http://www.fold3.com/image/4346731/
[10] Parlamentaria israelí llama a asesinar a mujeres y niños palestinos. Ver:  http://www.politicaysociedad.net/parlamentaria-israeli-llama-a-asesinar-a-mujeres-y-ninos-palestinos/#  
[11] Esta corriente “revisionista” ha sido llamada la de los Nuevos Historiadores. Ver Ilian Pappé. La limpieza étnica de Palestina. Barcelona: Editorial Crítica, 2008. Benny Morris. The birth of Palestinian refugee problem 1947-1949. Cambridge: Cambridge University Press, 1989.
[12] Rona Sela. “Scouting Palestinian territory, 1940-1948: Haganah village files, aerial photos and surveys”. Jerusalem Quarterly, 52, 2013.
[13] Fueron varias las masacres perpetradas por lo que sería posteriormente las Fuerzas de Defensa Israelí. Una de las de más triste recordación fue la de la aldea palestina de Deir Yassin, perpetrada por el Irgún, cuyo comandante de entonces era Menajém Beguín, quien sería Primer Ministro de Israel. En ella murieron más de cien palestinos, entre mujeres y niños. Ver: “El 65 aniversario de la Nakba: Limpieza étnica y el nacimiento de Israel”, 30 de mayo de 2013, Revolución.
[14] Ha’aretz, 4 de abril de 1969.
[15] Alan Goodman. “Tras la muerte de tres adolescentes israelíes: Una oleada de muerte y terror contra los palestinos”, 6 de julio de 2014, Revolución.
[16] Para acceder a una visión más completa de esta sinergia entre los Estados Unidos e Israel desde su fundación hasta la actualidad, vea el número especial del periódico Revolución #213 del 10 de octubre de 2010: “El caso de Israel ¿bastión de ilustración o matón del imperialismo?” Puede encontrarse en http://www.revcom.us/israel/israel-es.html
[18] No es este el espacio para realizar un análisis exhaustivo de la relación de Israel con los Estados Unidos. Sin embargo es necesario destacar algunos hitos importantes en esa relación, como la participación del Ejército israelí en el conflicto armado de Guatemala durante los años 1980 http://www.merip.org/mer/mer140/israel-guatemala. Así como su participación en la provisión de armamento al régimen del apartheid en Sudáfrica.  Ver: Richard Clarke. Contra todos los enemigos. Bogotá: Aguilar, 2004, p. 67.
También es importante destacar las amenazas a Irán hechas por Israel debido las pretensiones de aquel de desarrollar energía nuclear. Ver: “La histeria de las palabras de guerra — Israel amenaza con atacar a Irán”, Revolución #281, 23 de septiembre de 2012. Y sus ataques al régimen sirio en: “Nada bueno puede resultar de los ataques israelíes ni de una intervención estadounidense en Siria” en Revolución, 19 de mayo de 2013.
[19] Para saber más de este otro camino visitar:  http://www.revcom.us/avakian-es/ba-forjar-otro-camino-es.html

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